sábado, 17 de octubre de 2009

El obsesivo.

No voy a explayarme demasiado sobre este post. No tengo ganas de copiar tildes y enies de una ventanita del MSN.

Soy un obsesivo, un stalker, un enfermo. Hace una semana salí a Human, vi a un chico bailando cerca mío. Tenía una camisa muy copada, y me gustó inmediatamente. Ni idea de su nombre, raza, sexualidad, o dato en general. Es un extraño total. Y éste es el poema que le escribí a ese extraño cuando llegué a casa.


Tu camisa escocesa.

Nada me hubiese preparado.
Fue sólo una salida inocente,
corrimos riéndonos bajo la lluvia.
Esquivamos charcos, reímos fuerte.

Aquel era un boliche nuevo
y estaba lleno de manjares.
La noche recién empezaba,
ya era inminente tu ataque.

Cantaba una diva, era un circo
de entrada gratis y salida costosa.
Había payasos por donde mirara
y un domador, domador de personas.

Habia muchas camisas escocesas,
de cualquier color que puedas imaginar.
De mangas largas, de mangas cortas,
abotonadas y sin abotonar.
Pero sólo una enmarcaba al actor principal,
¿no notabas que hacías al techo llorar?
Tu camisa, de un tono que no logro descifrar,
me robó el pensamiento, tuve que dejar de bailar.

Necesitaba verla de cerca,
saber qué tela era, si clara u oscura.
Tu cara no veía nada,
sumergido en tu propia locura.

La cresta era increíble,
me dieron ganas de tocarla.
Me acerqué, pero no pude hacerlo.
Quise hablar, pero no había más palabras.

Y cuando miraste y chocaste con mis ojos,
me perdí en el desierto arenoso de tus pupilas.
Juro que el encuentro duró años,
aunque minutos atrás no existías.

Te vi irte, como un cruel espejismo.
Me quedé con el sabor de tu camisa en mis ojos.
Mi corazón gritó maldiciones
pero no solté ni un sonido.

No sé en qué momento decidí escribirte,
ahora te busco sin saber por qué.
Ojalá supiera tu nombre, fulano,
para, de una vez por todas, hacerte saber

que por culpa de tu camisa escocesa,
que se grabó a la fuerza en mi retina,
te declaro dueño de mi mente
y buen candidato para suplente de Dios, allá arriba.
El color, la textura, el brillo de tu sonrisa,
como si después de una vida helada
hundiera los pies en agua tibia.
¿Y si te volviese a ver? ¿Tendría el valor
para preguntar dónde la compraste y cuánto te salió?
Apareciste como un sol y te fuiste como una ventisca,
dejando detrás de vos restos de alma fría.
Y aunque no recuerde tus jeans ni tampoco tus zapatillas,
la bofetada certera de tu camisa no se me olvida.
El golpe más duro, me aflojó las rodillas,
sos un anónimo escondido, viviendo tu vida,
sin saber que por tu camisa daría la mía.

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