hoy pienso en sangre porque me parece que es lo más común del mundo. o porque es algo que corre dentro de todos, como recordándonos que nos ata el mismo destino cruel (creo que es cruel). también pienso en sangre porque ver sangre es señal de humanidad, de vulnerabilidad. y sí, a veces me olvido que todos sangran, que no todos son muros aplastándome, que no todos son gigantes que amenazan con pisotearme. perdón, todo sangra. no todos. las cosas sin sangre sangran, una pared sangra cuando divide habitaciones en una casa abandonada. una planta sangra cuando se marchita porque la mano que le dio la vida desapareció. al final del día (al final de la vida) todos nos ahogamos en nuestra propia sangre. creo que ni siquiera tiene que ser sangre literal, no tienen que abrirse venas, ni tienen que hundirse los ojos. no hay que perder litros de sangre, sino litros de nosotros mismos.
capaz que hablo de sangre también porque ayer un flaco me dijo que hay que vivir el momento, que tenía novio en su ciudad y que se quedaba en capital hasta el lunes. y yo sentí que la sangre me hervía. también puede ser que hable de sangre porque anoche la sentí, aunque no la vi. y tal vez también sea porque hoy vi las manchas que dejó la noche sanguinolenta, dentro de mis ojos, en mi cabeza.
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